Amores Retraídos

Saudades de tu cuerpo que me envuelve en la madrugada, en los sueños silenciosos y adormecidos, perdidos en la ausencia de tu olor que me despierta y me sacude pras cosas de la vida. Pena que los años que nos separan no tengan la inocencia de la eternidad que se agiganta sobre nuestras cabezas viejas y repletas de condicionamentos. Pena que mirarlo de las personas ignorantes avance en nuestra dirección con el dedo enfiado en nuestro corazón adolescente, efecto del abismo de los años que nos distancian. Mitad de mi yo adolescente te ama y se despedaza como lo adorne del bolo de las bodas deshechas, y la otra mitad parte en olvido, cansada y desbotada, lejos de la posibilidad de tenerte niño en mi cama para siempre. Y por un acto de desvario de mi parte insana, te quiero como la melodía que me acalentava los primeros años, te quiero como la tempestad ansía el grito amoroso de los rayos, como la flor espera ser beijada hasta al dolor por el pico de los pájaros, por la lengua áspera de las mariposas que pousam aquí y allí, saltitantes de curiosidad. Una vida nos separa, algunos hijos de tu edad, algunos amantes que tuve, algunas bodas bien sucedidas, algunas actitudes coerentes, alguno celo por los desvalidos, algunas infinitas esperas por el ser amado, algunas frustrações, incontables alegrías, algunos versos vertidos al viento, algunas melodías que marcaron toda mi vida. Nos separan las noches sin dormir de mi soledad ahora casi olvidada, el sonido del viento batiendo en mi ventana en las madrugadas frías cuando ni el edredom calienta, los muchos libros que leí, los sueños que escribí, los momentos en que pari niños que salieron de mi vientre. Nos separa aún la intimidade de los más viejos con la vida, un estar a la gana en un canto miúdo en que los deseos desesperados están guardados en el hondo de un baú repleto de un pasado olvidado. Nos separan también la ausencia de expectativa, la falta de la búsqueda desenfreada, los intereses, los amigos, los mires que nos critican, las dudas, los perjuicios de una relación destemida, el calor de sus cobros ingenuos, el sentimiento de pérdida que siempre me acompaña cuando niñas de tu edad te devoran cuando usted pasa. Nos separan aún tu mochila en la espalda, los libros que usted lee para facultad, los trabajos en grupo que llenan su casa, la risa disfrazada de los compañeros cuando asestan en sus ojos nuestra inseguridad, nuestro aire insolente, nuestro miedo engreído, el nuestro ?me gusta y qué?, la nariz empinada, nuestros traços marcados por las noches apenas dormidas de un amor exagerado, nuestra pasión que no pasa, el terror de la pérdida por los dos lados. No sé se puedo amar así, sintiendo que el aire que respiro tiene su essência escondida y es ella que me mantiene más viva, más viçosa, como la rosa ya madura reacciona bien a la aspirina. Y me levanto reconstituída todos los días, la energía de tu cuerpo cargado me mantiene como los rayos del sol alimentan esta vieja Tierra, este planeta que permanece, aún bajo el ataque destrutivo de los hombres que la exploran. No sé se puedo amar así tan correspondida, tan entregue al acaso de la vida, tan libre de los prejuicios de mi mente apenas resuelta, tan abierta a los ataques de los inconvenientes, tan suya y tan abandonada por mí. No sé se puedo amar así sin cobrar nada de su comportamiento, sin abatirme por su olvido de niño, por las brincadeiras en los bares, por las arruaças callejeras, por su jeito cariñoso de acostar en mi cuello y dormir, por el sentimiento materno que siento a veces cuando el mío pego está repleto de su sonrisa y usted me mira matreiro pidiendo más conforto además de aquel que deposito en su pecho, en el aconchego de nuestros abrazos tan íntimos. Una pena perder usted para ese mundo que te lleva, para vida que exige su presencia fuera de los espacios seguros de mi cuarto ahora vacío. Es extraño verte de lejos me acenando, como las incontables veces en que usted llega y yo te espero en la ventana, alegre y aliviada por tu presencia que llena la calle entera de una luz intensa. Es extraño verte acenando y quedo pensando el día de tu partida, mochila en la espalda, sin la sonrisa de siempre, en el mirar una mezcla de miedo y conquista, en las manos un puñado de tiempos vividos, muy amor en el equilibrio de tu cuerpo infinitamente repleto de mí.
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